Sanación desde el vínculo y el trabajo en comunidad hacia las células
Por: Gabriel Oscar Bertona
Fotografía: Diego Tapia Montaner CC BY-SA 2.0
A veces me canso de empujarte a la vida, convencerte que vale la pena, que podemos ser creativos en vez de repetir los mismos patrones que nos han sumido en los procesos destructivos que tanto nos han costado. A veces me canso de proponer y jugarme, asumir los riesgos y sostener el proceso. Me canso de tener energía y poder abrir las puertas. También me canso de mí, de mi idealismo y mi impulsividad, de mis carencias y mis angustias, entonces no queda otra salida que mirar para adentro y compensar el exceso o la insuficiencia, invitarme amablemente a un nuevo equilibrio.
Tanto podría ser mi discurso como el de una célula, tanto podría ser el discurso de un integrante de la familia como el de un islote pancreático, si lo pudiéramos aislar y darle voz, ésas podrían ser sus palabras.
¿Acaso no son nuestras palabras sus palabras?
El cansancio es valioso y necesario, así como el dolor, la tensión, el desgaste y cada una de las razones por las cuales el cuerpo se expresa mediante síntomas. Darle al cuerpo el lugar que merece y a cada uno de sus síntomas el respeto por sus años evolutivos –también ganados–, no es más que otra de las caras del humanismo. Ahora bien, eso es sencillo cuando es un síntoma pasajero y efímero, pero no así frente a enfermedades crónicas o invalidantes, en niños o en relación a accidentes o catástrofes.
¿Qué salidas quedan a esta encrucijada?
Seguramente muchas, mucho hay por crear y asumir en torno no sólo a la salud per se, sino en cuanto a la naturaleza humana y su florecimiento, que solemos asumir como algo terminado, cuando apenas está explorándose.
Por eso células y consciencia se entretejen en la naturaleza humana, por eso cultura, sociedad e individuo son indivisibles en la naturaleza real, en la experiencia y en la vida y, por eso mismo, no hay manera de sanar de raíz que no sea en conjunto. Es urgente salir de la cueva, de las miserias de los espacios personales, del ver solo por mí y retomar juntos el desafío conjunto, los tratamientos sociales y asumirnos como la gran familia que somos, en relación intrínseca con el universo.
Claro, eso sanará también a nuestras células.
Si no usáramos la consciencia… ¿cómo lo haríamos?
Quizás como los perros o como los gatos, como las orugas o las hormigas, como las algas o los líquenes, como las bacterias o como los árboles ¿Quién negaría hoy día al menos la inteligencia en todos los seres? Si son tan pocas las decisiones conscientes cotidianas…
¿Qué será eso de tomar consciencia, de darme cuenta, de empezar a ver las cosas de un modo diferente y advertir en mi universo una idea y una perspectiva inédita?
Hoy es inevitable volver a llorar por viejas razones, viejas razones que emergen en contextos parecidos. Viejos dolores que ahora caen nostálgicos en forma de lágrimas y aunque no son iguales, se parecen bastante.
Como dice Jodorowsky: «para las células el pasado y el futuro están presentes» Aquí ocurre todo, tal cual pude editarlo, así como lo viví, así como lo pude asimilar, así como hoy lo vuelvo a asimilar, hoy sigue afectándome.
La manera obvia de salir del atrapamiento es abrir mi pequeño universo, mi vientre original (el materno, el familiar biológico, con esas creencias, con esas costumbres) al vientre universal (la familia humana, la diversidad cultural, la relación armónica con el universo y a su vez, la complejidad de los vínculos y sus efectos y la construcción o creación conjunta de la realidad).
Si viste el flujo y sentiste el tao, si te convertiste en él, si lo acuñaste como verdadero aun dudándolo, si cada paso tuvo sentido en ese mismo orden y en ese mismo intento, podrás soltar las ataduras y los apegos-al-yo, que te impiden ser también el Todo en una danza armónica.
Si frente a la tragedia de la vida, a sus tantas caras: abandono, tristeza, soledad, abuso y violencia, adicciones, indiferencia, dolor y sufrimiento, invalidez, pérdida, vacío existencial y tantas como se les ocurran; si frente a un contexto más comunicado, más a la mano y en relación directa con el drama humano hay tantas maneras de respuestas y la mayoría inconscientes… evasión, insensibilidad, distancia, adicciones, enojo, huída, y tantas más, cómo no entenderlo y alumbrar salidas. Cómo percibirlo de manera ajena a la naturaleza, cómo criticarlo y, peor aun, juzgarlo. Finalmente cada quien hace lo que puede con lo que tiene, aun en las acciones más destructivas que puedan presentarse.
De ahí, de las salidas más creativas, del esfuerzo consciente puesto en el aprendizaje y en las relaciones, en el amor y el respeto que se vive en la experiencia, desde el movimiento vincular y el respaldo de un nuevo universo, una visión nueva del mundo, mis células sanan y mis patrones metabólicos y endócrinos entran en una nueva armonía.