La geografía de la esperanza.

Pedro Álvarez Icaza, experto en Política Ambiental, especialista en Gestión y Manejo de Recursos Naturales y Agrobiodiversidad, orientador de Terapia de Vinculación con 30 años de experiencia, nos invita a reflexionar sobre los “modelos salvajes de producción industrial” que intoxican la tierra y los recursos naturales.

En este sentido, Pedro Álvarez explica la importancia de replantear la agricultura desde la Agroecolgía.

“Hay que regresar al entendimiento y a la forma de hacer las cosas, la forma de trabajar con el campo y reconocer la cultura agrícola tradicional, cómo le hacían los campesinos, cómo le hacían los indígenas, para sobrevivir en condiciones adversas como las de ahora y esta manera diversificada de usar la producción. Esto en México se le llamó la Milpa, que es la conjunción de calabaza, maíz, frijol, la forma de labrar la tierra, la relación con los animales, que se empleó en muchas partes de Mesoamérica. Esta forma integral de manejar los recursos naturales ha permitido una forma diferente de relacionarnos, y lo digo ahora porque hay que recordarlo, es decir, esta manera de diversificar nuestra alimentación y de manejar el entorno natural, es una de las soluciones que la crisis que vivimos ahora nos debe recordar”.

Esto implica la recuperación social de los recursos naturales: “Y me refiero de nosotros, y de los campesinos, entender y visualizar maneras diferentes de usar los recursos naturales”.

También de escuchar y comprender el pulso de la naturaleza, que “nos avisa cuando hay algunas tonadas que no funcionan. Esto para tener una mejor relación con nuestro entorno”.

Este círculo virtuoso, se completa con la recuperación de los territorios, lo que Pedro Álvarez define como ‘La geografía de la pobreza, y la geografía de la esperanza’, y resume en la siguiente hipótesis: Cuando el mercado expansivo se colapsa, las economías locales resisten, porque son más resilientes, sobre todo en zonas rurales.

“Porque ahí garantizan su abasto, y en esta contingencia se ve de manera muy clara. He observado como en el monte la gente va por leña, que recolectan para producir sus alimentos, recogen frutos de los árboles criollos; hace mucho se adaptaron y resisten; permite recordarnos que esta forma de relacionarnos con la naturaleza, resiste estas crisis. Hay que revisar esta relación con la naturaleza, y cuando comemos algo, cuando nos llevamos un bocado a la boca, sería bueno preguntarnos ¿Y de dónde vino este manjar?”.

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